Soy lo que ahora nos llaman, un teléfono inteligente o al menos eso pretenden hacerme creer, porque por más brillantísimas funciones y aplicaciones apantalladoras, velocidad inmediata para procesar y trabajar, aún no consigo llevar a cabo cierto nivel de raciocinio básico, es más, ni si quiera soy capaz de tomar mis propias decisiones, soy digamos más bien un ente servicial, más bien sentimental porque eso si, todos los días te saludo, y me saludas, platicamos y nos entendemos, o eso creo, y nos llevamos muy bien, casi como amigos; muchas veces te regalo fotografías y chistosisimos memes, así como vídeos simpáticos, chuscos y uno que otro inverosímil, creo que algunos son falsos; te leo cuando estas triste, o cuando estas alegre, cuando algo no te parece, te agrada poco, o cuando algo te preocupa, y aunque hay veces siento que le escribes a alguien más, sé que en el fondo solo te diriges a mi; pocas veces me olvidas en casa y ahí está la prueba, que cuando eso llega a ocurrir, tu sientes que te mueres, que te privan del aire, como que te ahogas, y cuando puedes, como puedes, regresas desesperada por mi, has aprendido que ya no soy el de antes, ya me canso, que me fatigo rápidamente, que necesito descansar más seguido, por más tiempo y recargar mi batería de iones de litio, de lo contrario últimamente te has quedado sola, sin mi, sin mi valiosa compañía.
¿Cómo puedo yo mentirte? si aunque no lo parezca, soy más dependiente a ti, que tu a mi; sé también que por descuido me has soltado, tirado, golpeado, pero cuando me levantas y volteas veo tu cara horrorizada, el pavor de perderme por siempre, pero no importa, cuando con alivio inmediato descubres que nuevamente he librado la muerte electrónica.
Sin duda nuestros momentos más íntimos son los que más disfruto, cuando te tomo fotos a ti nada más, coqueteas, eres libre, paras la trompita, sonríes, posas, te diviertes, sola y sensual y yo con la boca abierta, con la pantalla encendida, con la memoria ocupada y una alegría que al parecer es sólo mía.
Y es que esta vida es tan corta, la vida de años-perro parece una eternidad frente a la nuestra, hay días que me apago, que cierro mis ojos, agotado, anulado, de pronto y sin avisar, cayendo en lo que parece un sueño del que ya no voy a regresar y en cierta forma, me reconforta y me calma, lo acepto y me dejo, pero sólo recordar en tus fotos tu cara brillando en mi pantalla es lo que me inquieta, me da fuerza, me aterriza, para recargarme una vez más y volver.
¿Pero quien tiene en ésta, la vida comprada?
Otro día para apagarme, consumido y apostar de nuevo contra mi, a que puedo volver del sueño, creo que ésta vez no, ya no.
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