No hay orgullo más sincero que darlo todo en el terreno de juego, aunque dar la vida por ello, no estoy del todo tan certero, don Gabriel jugaba bien, golpeaba con fuerza la pelotita de goma una y otra vez, en este diciembre cercano al día 24 les pareció buena idea a la familia Gonzalez acompañar a los contendientes y compartir la última partida, cerrar el año con la promesa incierta de un juego emocionante y además por su puesto, familiar, primos y hermanos, Don Gabriel no es viejo, pero tampoco es joven, aunque confía en su experiencia, hasta en sus mañas, y hace alarde de la memoria deportiva que tienen sus movimientos mejor ensayados, Gabriel tratas de correr lo menos posible sobre la duela y pivoteas las mayoría de las veces que eso es mejor que castigar tus rodillas, a los sesenta y tantos años a pesar de lucir una panza burocrática endurecida por la dieta rígida y rigurosa de carbohidratos y grasas tus movimientos no parecieran nada torpes, al contrario, hasta ágil te ves, golpea la pelotita con su raqueta favorita una y otra vez, mientras su primo toma impulso para devolverle los ataques de forma contundente y feroz, un auténtico mano a mano de un nivel de juego muy similar entre competidores que se conocen desde hace muchos años como si los dos hubieran aprendido al mismo tiempo, tal vez hasta con el mismo maestro.
Abajo, mientras yo los escucho celebrar por un punto o gritar furiosos debido a la frustración de fallar un punto seguro.
Gabriel se sale de la cancha, se dice cansado, parece ahora que ya no es tan buena idea jugar hoy y ahora, mejor se hubiera ido con esos amigos oficinistas de Pemex, Godínez ahora les ha dado a la mayoría por llamarles, a celebrar la agonía de otro año, y la agonía también de Pemex que se viene arrastrando como lobo herido tratando de sobrevivir con cero o mínimas ganancias, pero disminuido visiblemente gracias a las cuotas sindicales, a la corrupción y al saqueo desmedido y descarado, tal vez no era mala idea aprovechar esa tarde para ir a la cantina de siempre “La Favorita” y que como siempre los atendie Sarita, su mesera de los dos últimos años, que siempre ha sido beneficiada por sus generosas propinas petroleras, pero ya es más que tarde para cambiar de opinión, piensa, cuando no le alcanza el oxígeno para dar un paso más y la pelotita se le escapa y pierde el punto y el juego. Pide un tiempo fuera, ese último esfuerzo le robó más oxigeno del que pensaba, hasta un pequeño mareo sitió por el esfuerzo, y se sienta junto a doña Carmen, su hermana, 5 años menos que ella, estas bien? Te ves medio pálido, si, solo necesito sentarme tantito, descansar y tomar aire pero Gabriel no acepta que en verdad si está mal y que algo no es como siempre, algo cambió, perdió el ritmo? Perdió el tino? Algo cambió para siempre y lo sabe mejor que nadie, asiente y niega, respira, suspira.
Abajo, mientras no sé porque de repente sentí que la temperatura bajo, y un frio heladísimo entró, como si hubieran abierto la puerta.
La sofocación y el ritmo cardiaco le generan más molestias que nunca antes y el sudor frio es más intenso, pero que sensación tan rara, cuando entrecierras los ojos de la molestia, aun ahí sentado Gabriel te desplomas, te vienes para abajo como si la fuerza de gravedad te arrancara de la silla al piso y te arrancara la fuerza, la memoria, y la última resistencia.
Gabriel! Le grita Carmen, Gabriel! Los escucho desde abajo, pero ya no lo escucho a él.
De repente la música se detiene como el mundo Gabriel.
Su cuerpo convulsionado se estaciona en el suelo, sin control y sin esperanza, te habrías acordado en ese momento Gabriel de haber cerrado todos tus pendientes? De haber pagado la luz? de haberte gastado el aguinaldo? de haberte despedido de Sara, de Carmen, de tu primo del juego que al inicio ganabas como un campeón.
Y Carmen gritó como quien grita cuando el dolor es más fuerte que lo que el alma siente, y después del grito un silencio sucio. Y ver al encargado de la renta de las canchitas bajar con la cara desencajada, corriendo, desesperado no era el, el que siempre me bromeaba al entrar, no era el que muy amable te saluda a llegar, era un zombie moderno que corría sin saber muy bien a donde, con la mirada perdida, desconectada, como puedo ayudar a Gabriel si solo soy el que cobra por el uso de las canchas? el doctor?, no hay doctores ahí, pero eso si, hay una pequeña clínica a media cuadra, que suerte de verdad, por favor ayúdenos, se nos desmayó un cliente, que no era cualquier cliente, era Don Gabriel, asiduo fanático y enamorado del squash quien desplomado yacía, aun tibio en el suelo entre la cancha número 3 y la cancha 4, había dejado de convulsionarse, yo creo que había dejado de pensar y ahora había empezado a soñar. De repente los policias, los uniformados, entran como si fuera su momento para lucirse, una patrulla se estaciona en la banqueta, uno de los doctores de la clínica llega lo mas pronto que puede, y ese que corre, se tropieza pero sigue, ese ha de ser el el doctor porque, que mas? su bata lo delata, Gabriel sigue en el suelo y parece que ya no está tibio, y es cuando nos piden abandonar el lugar por favor, tuvimos un problema serio y nos pidieron desalojar a todos, gracias de verdad, nos vamos, confundidos y aturdidos, el juego que mas te gusta te puede matar? Eso parece, eso ocurrió de verdad.
Don Gabriel no ganó, de hecho perdió y perdió doble, perdió el juego de la vida después de un raquetazo fallido y mortal.
Aun, un año después creo que no hay orgullo más sincero que darlo todo en el terreno de juego, aunque dar la vida por ello, de eso no estoy del todo tan certero.
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